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Mi amigo el cormorán

  • Foto del escritor: Carmen Abril Martín
    Carmen Abril Martín
  • 25 oct 2024
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 6 nov 2024

Estoy saliendo a correr todos los lunes. Esto es algo muy nuevo y muy raro en mi vida porque siempre he detestado correr. Siempre ha sido, de hecho, como si mi cuerpo lo detestase tambien, como si tuviese casi una incapacidad física para la tarea. Al poco de empezar, me ponia granate y me petaban los pulmones, mucho antes de que empezaran a cansárseme las piernas. Ahora que lo veo con distancia creo que lo que pasaba es que no estaba preparada para correr como yo, arrogantemente, queria correr. Tengo un cuerpo flexible y fuerte porque se acuerda de cuando hacia gimnasia ritmica con él. Normalmente puedo hacer cosas de primeras que la gente consigue con prepracion y entrenamiento. Pero en gimnasia nunca practicamos la resistencia, asi que ahi no hay nada que recordar. Por eso yo, de primeras, me pongo granate y me petan los pulmones. Para aprender a correr, como todo el mundo, necesito prepracion y entrenamiento. Me alegro, por chulita. Estas pequeñas curas de humildad me vienen fenomenal. El caso es que estoy en ello y me lo estoy tomando con toda la ternura y la parsimonia del mundo. Bajo de casa sin movil, con las llaves de casa atesoradas en el sujetador de deporte. No quiero cargas ni agobios ni canciones ni kilometraje. Mido mi progreso a ojo. Cada dia llego un poco más lejos que el día anterior y ya está. De momento, no he fallado una. Recorro el parque, que sigue la linea del rio y que de momento parece que es infinito. Lo hago campo a través, sin respetar los caminos porque asi me siento un poco menos un sim y un poco más una persona que corre por el campo. Es un parque francamente bonito, mas ahora que es otoño y cada dia tiene una alfombra de hojas y un olor distintos, y me hace mucha gracia ir viendo los difertentes usos que le da la gente. Hay quien va a echarse sus porros y sus cervecitas de lunes con los amigos. Hay señoras que van a jugar a las cartas. Hay señores que va con un total chandal a hacer sus ejercicios en las maquinas de señores. Hay un grupo de alpinismo de unas 25 personas con las que siempre me cruzo y que llevan sus bastones. Por supuesto, perros y mas perros, con sus dueños. Parejas aburridas comen pipas mientras pasean. Señoras del barrio bajan a hablar por telefono con una amiga en la intimidad de su banco. Me gusta verles aunque yo en lo que voy concentrada es en mi respiracion, que me he dado cuenta de que si le doy musica, un ritmo acompasado, que ademas sigan mis pies, puedo tirar casi lo que quiera. El otro día llegue, como siempre, un poco más lejos que nunca, y me pare y me sente al pie del rio, porque justo habia un cesped muy acogedor, porque hacia sol, porque ya llego hasta el duque de lerma, que es el edificio mas alto de valladolid, y me apetecia regodearme. Bueno y porque estaba muerta. Me quede mirando a un cormorán que estaba pescando delante de mi, verdinegro y agil en cada sumergida como un leon marino o una criatura acuatica fantastica. No habia ruido ni salpicadura en las zambullidas, era como que, mas que meterse en el agua, regresaba al agua resbalando, dejando el rastro misterioso de unas patas inteligentes y lentas. Despues de mirarle un rato, aprendi a adivinar por donde iba a emerger despues de sumergirse porque saltaban como unas gotitas hacia fuera y él, casi como si se estuviera dando cuenta de mi juego de adivinarle, cada vez hacia recorridos mas impredecibles, mas largos, retrocediendo incluso aunque se hubiera sumergido hacia la direccion opuesta. El caso es que, aliento recuperado, me levante y me fui. Y el cormoran se vino conmigo. Empezo a dirigir sus zambullidas hacia donde marcaban mis pasos, cruzó el puente, junto al que estaba tan tranquilamente pescando hacia un momento y empezó, sumergida tras sumergida, a seguirme. Al principio pense que igual era otro cormoran o que su rumbo era una cosa fortuita, pero empece a darme cuenta de que, tras resurgir del agua, burlón, una y otra vez, miraba de reojo en mi dirección. Me acompañó hasta que se pudo, hasta que el camino del parque se separaba tanto del rio que ya no podia verle. A esas alturas ya no me cabia ninguna duda de que me habia echado un amigo cormorán, de que esa criatura tan rara, tan entre dos mundos, tan acrobática, se habia entretenido observandome a mi igual que habia hecho yo con el hace un momento. Me hizo mucha ilusion, senti mi vida como una peli de animacion (encima hace poco habia visto El chico y la garza) y me sonrei yo sola caminando por el parque en el trecho que me quedaba de vuelta. Luego me dio por rallarme un poco, tambien. Justo andaba con la redacción del articulo sobre las jornadas de la matanza del Burgo de Osma. Puedo tolerar que los animales sean cariñosos y aun asi nos los comamos pero ¿curiosos? ¿burlones? Quiero decir, si ademas de criaturas sensibles, que se alegran y sufren, son seres graciosos, y que hacen a veces cosas un poco porque sí, por entretenerse un rato, se me complica mucho más la tarea de deshumanizarlos y entenderlos como cosas a nuestro servicio y disposicion. De todos modos, los cormoranes no se comen. Y a las personas tambien se nos explota y se nos estabula. Y yo no quiero hablar ahora sobre los animales y las personas ni sobre si en realidad son la misma cosa. Solo queria hablar un poco de mi amigo el cormorán.

 
 
 

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