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Me va mejor que nunca, ¿qué hago?

  • Foto del escritor: Carmen Abril Martín
    Carmen Abril Martín
  • 5 ene
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 6 jun

Me va mejor que nunca. Trabajo sólo en la revista desde septiembre. No tengo un duro pero no me importa: mi tiempo es mío, no tengo jefe y creo de verdad en lo que estamos haciendo. Soy lista como para saber que eso vale mucho más que cobrar 30k, aunque es verdad que anhelo un poco la idea de tener la capacidad adquisitiva de una persona adulta. Toda mi familia está bien. De vez en cuando se discute sobre política hasta las lágrimas, pero a mí esto casi me parece gracioso; y mis padres están deseando jubilarse de una puñetera vez, pero mucho no les falta ya. Mis amigos están bien también (se compran casas, encuentran grandes amores, les ascienden en el trabajo, se casan), estoy feliz por ellos y soy feliz con ellos. Nos hacemos gracia, no nos juzgamos, nos abrazamos con los ojos y con los brazos, nos acompañamos en las mierdas. Bailamos juntos con ganas. Yo estoy bien. Hago deporte y fumo menos así que me siento ligera y fuerte. Me veo guapa. El espejo del ascensor me devuelve a veces una cara algo menos jugosa que antes y alguna cana loca que se me sale disparada de la coleta, pero también unos ojos fieros y afilados como de duende, que me gustan mucho. Me noto una mirada más reposada, quizá menos chispeante, pero más poderosa. Sé lo que quiero y cada vez me siento más capaz de transmitirlo bien, con dulzura y tranquilita, sin alterarme mucho (aunque tampoco...). Reviso las fotos del año -completamente movida por la inercia social porque para mí el año se renueva en septiembre- y, la verdad, no sé con qué momento quedarme. Hay muchos findes que me parecen el mejor finde del año, hay muchas fotos que me hacen sonreírme y ponerme tierna. He descubierto cosas muy bonitas, he sacado adelante proyectos muy chulos, me he divertido muchísimo. Todo lo que era importante que saliera bien ha salido bien, incluso muy muy bien. Ha sido un gran año. Y la cosa sólo mejora.

Me va mejor que nunca. Y aquí viene la cosa. Quiero estar agradecida. Sé que estar agradecido es importante, entre otras cosas, para ser feliz. Y además tengo mucho que agradecer. Y de hecho lo hago, lo agradezco, me siento agradecida por mi suerte. Incluso, últimamente, al irme a la cama, he hecho a veces el acto mental de dar las gracias por toda mi suerte. GRACIAS GRACIAS GRACIAS pienso y efectivamente me da un gustillo especial y me duermo más contenta. Qué suerte, qué bien. Pero me pasa en los últimos días, y sobretodo a raíz del dichoso ejercicio de revisar las fotos del año y de enunciar en mi cabeza casi sin querer un potencial caption de Instagram, que una idea me viene molestando como una mosca. ¿Estar agradecido por la propia suerte no es un poco de cretina? ¿No implica que de alguna manera yo, Carmen, me merezco esta suerte? No digo que no me merezca que me pasen cosas buenas, que yo creo que sí, pero no sé. Además, las gracias deben ir dirigidas a alguien. Sea Dios, o la providencia, o el destino, si hubiera algo o alguien que ha resuelto regalarme todos estos dones y bendiciones ¿significa eso que esa misma inteligencia ordenadora de las cosas ha decido que ahora mismo haya un montón de gente en el mundo muerta de miedo con razón? ¿que haya otras chicas de 28 años sobre cuyos barrios están soltando bombas, o que viven en estados de precariedad e inseguridad absolutas, o en países o en estratos sociales donde, entre otras cosas, pueden ser, y son, violadas con impunidad? No puedo parar de pensar en esto y, si pienso en esto, me resulta de mal gusto alegrarme por lo mío. "Hahaha, qué buena suerte, uf, qué alivio, qué bien ser yo" me parece estar diciendo. Y me sabe a cenizas. Me sabe mal incluso aunque se trate de azar, aún asumiendo que todo es aleatorio y simplemente he tenido suerte y sabido aprovecharla, aunque desde luego esta es la explicación que menos me duele. Me pasma, por cierto, la gente que utiliza la religiosidad en este sentido "gracias, Dios, por darme todo lo que te pedí, es una pena que a toda esa otra gente les esté tocando tragar sangre mientras, pero en fin, tú sabrás, algo especial tendré yo jijij". Y también me deja perpleja que otras muchas personas la utilicen justo al revés "me ha tocado este mierdón enorme, pero Tú sabrás, Tú sabrás, respeto tu designio, si tiene que ser que sea", aunque esta útlima modalidad desde luego me resulta menos de gilipollas.

Por otro lado, pienso si lo gilipollas no será mi postura. Sentirme culpable y mal incluso dentro de mi propia suerte. Me pregunto si no estoy buscándome problemas donde no lo hay porque soy una chica occidental privilegiada y aburrida que, aún encima de todo, quiere sentirse más bondadosa que nadie. Si yo estuviera mal ¿querría acaso que la gente que está bien se sintiera culpable por mí? ¿Me ayudaría esto en algo? Muy probablemente no. Preferiría que se alegrasen de lo suyo. Pero regodearme en el agradecimiento me sigue pareciendo de subnormal, no lo puedo evitar. Y el agradecimiento como postura vital está muy bien visto, sin embargo, parece que es la postura mainstream, la que hemos aceptado como válida hoy en día. Y tiene sentido porque insisto, cuando he probado a practicarlo, el agradecimiento me ha puesto contenta. Pero ¿qué es más importante, estar contenta o no ser subnormal? Pues no lo sé. No sé muy bien cómo sentirme. Creo que quizá la única opción no ridícula es estar callada y observar y aceptar sin regodearse, y tratar de compartir. Hacer, en la medida de lo posible un buen papel en este mundo e irse a dormir en silencio, como las lechuzas o los zorros, o los gavilanes o las perdices.


(Añadido) Algunas cosas que he ido pensando después.

La primera es ua metáforma que utilicé para explicarle esto a alguien (la gente se aferra al agradecimiento existencial como postura vital!! les entiendo). Un padre tiene dos hijos pequeños. Les llama y ellos se cuadran delante de él, esperando. El padre se acerca al primero y le da unos caramelos. Al segundo le mete un hostión que a poco lo tumba. Si el primero suspirase sonriente y diera las gracias nos parecería un poco asqueroso y poco considerado con la situación del segundo hijo, que está ahí, al lado, comprobándose todos los dientes. Casi un Randall, aliviado y regondeándose en no ser él el golpeado. Mejor sería, si es que no va a darle sus caramelos, que simplemente se callara, recibiera su suerte, advirtiera que es mejor que la de su hermano en silencio. Si acaso, y qué menos, cuestionar los métodos del padre.

Esa es otra de las cosas que he pensado. El padre tiene sentido como figura retórica porque no representa puramente el azar. No estamos tan estupendamente mientras otros lloran sangre por pura casualidad. Responde a una sociedad mal hecha, mal sotenida, a unos métodos malos (como los de este padre metafórico). No vale tampoco decir OK qué suerte, guardaré un respetuoso silencio por todos los que no la tienen. Habrá que protestar y poner los medios, compartir la suerte, obligar al padre a no ser un hijo de puta. Pero la gente teme perder sus caramelos.

Es cierto que también existe siempre una parte aleatoria respecto a la suerte, una parte contra la que no podemos hacer nada. De esta, supongo, sí tienes sentido alegrarse cuando nos toca. Uf un segudno antes y nos habríamos matado, uf si no llego a entrar en ese bar o a quedarme esa noche un rato más no habría conocido a tal. Dats cute.


También he pensado que, si bien es de cretinos estar existencialmente agradecido por la propia suerte, quiza no lo es estar agradecido directamente a personas. Como decia antes, uno tiene que estar agradecido siempre hacia alguien. Se dan las gracias, por tanto, alguien las tiene que decibir. Si uno quiere vivir agradecido, que la verdad es que se vive mejor, pues lo que puede hacer es estar agradecido especifica y directamente a las personas que le han ayudado. Cuenta mi hermana que en su trabajo (es trabajadora social en el instituto de la mujer y básicamente ayudan a mujeres con historias de vida tremendas) las compañeras y ella muy a menudo tienen que ver como, despues de meses de asistencia a una persona, sobretodo de la asistencia mas aburrida de ofrecer que existe, la burocratica, luchas administrativas, papeleos legales...las mujeres están que rebosan de agradecimiento...a Dios. Ellas se lo toman con humor y tal, pero es representativo de esto que digo. Toda esa energía agradecedora debería ir destinada a ellas, a las chavalas que han hecho posible con paciencia burocratica y muchas veces mala leche, que su situación mejore. Que al terminar todo el proceso sea Dios el que se cuelgue la medallita resulta un poco un sinsentido, pero supongo que resulta más épico sentirse parte del plan divino y salvado por su espada de fuego que simplemente socorrido burocráticamente por unas traintañeras de Vallecas.

La ultima cosa que he pensado, ya termino. Justo me leo un libro de Seneca en el que habla precisamente del arte de dar y recibir, que incluye el arte de ser agradecido. Y Seneca tiene una vision de Dios ultra hippy en la que Dios es las montañas, la hierba, los matorrales, la luz del sol y de las estrellas....La verdad es que la Naturaleza sí es algo hacia lo que sentirse agradecido simplemente por cómo es. Esto por si alguien es incapaz de renunciar a una deidad ante la que agradecer la suerte de estar experimentando la vida. El sol saliendo y metiendose todos los días y haciendo esas virguerías con los colores y calentándons y haciendo crecer las plantas...es algo, probablemente, por lo que estar locamente agradecido. Aunque claro, luego vienen catástrofes naturales y a ver qué pasa

 
 
 

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