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HIBRIDISMO CULTURAL

  • Foto del escritor: Carmen Abril Martín
    Carmen Abril Martín
  • 8 feb 2022
  • 4 Min. de lectura

(es un trabajo de tercero de carrera, ahora veo las cosas algo distintas y no estoy tan segura de qué pienso sobre la Globalización, pero me complació mucho leerlo esta mañana y ver que yo tenía claritas mis ideas en su día y que, en tooodas las discusiones que mantuve con los compañeros del máster años después, yo carecía de una cosa que a ellos les sobraba: presunción y dogmatismo)


Carmen Abril Martín

Sociología de la Cultura

Comentario sobre el texto de Burke “Hibridismo cultural”


La discusión que se trata en este texto de Burke es (de nuevo) más o menos homóloga a la discusión que hacía Umberto Eco en “Proféticos y Apocalípticos” (Apocalípticos e Integrados)

Parece como si, en cuanto a la cultura se refiere, hubiese habido siempre cierta escisión de posiciones entre “el purismo, el mantenimiento de la esencia pura” y “el eclecticismo, el hibridismo y la mezcolanza”, como también comentaba Bordieu en el anterior texto que leímos.


De un lado, se ve la hibridación cultural como una herramienta de la dominación: como una imposición de valores, dogmas y costumbres (especialmente religiosos, pero también artísticos), generalmente occidental, sobre pequeñas culturas colonizadas, y segundo, como un aprovechamiento o explotación de los recursos simbólicos de dichas culturas, es decir, su “occidentalización/comercialización” y la consiguiente homogeneización y pérdida de identidad y diferenciaciones particulares que supone.


Esta sería la perspectiva “apocalíptica”, y en mi opinión, si bien sí está algo justificado históricamente el recelo o escepticismo que la guía,(en esto no estoy de acuerdo con Burke) no lo está tanto su reivindicación actual contra la “globalización”, que es un proyecto (quizá con alguna reserva) democratizador, respetuoso con todas las culturas y completamente liberal -en el “sentido económico” (pues se produce principalmente a través de internet, sin regulaciones)-, es decir, que no se trata ya simplemente de una forma más de dominación etnocentrista, sino que es un baile anárquico, un flujo multidireccional y densisimo de significados y símbolos cuyo ritmo está marcado, como ocurre siempre en cuestiones culturales, por la emocionalidad. De hecho, son precisamente lo étnico, lo interracial, y un poco especialmente la “cultura negra” (afroamericana más bien) y la japonesa, las últimas tendencias y las “imitaciones culturales” más repetidas entre los jóvenes. De manera natural y sin que existan maquiavélicos intereses detrás de ello, defiendo, los jóvenes actuales muestran un renacido interés por el folklore, al tiempo que toman con admiración elementos de otras culturas remotas y hacen con todo ello un mix de “lo que les emociona” que, en mi opinión, conforma un universo cultural mucho más rico del que habrían podido soñar sus abuelos.


Si bien, también es cierto que este “impulso liberal” de la globalización va más allá, que el mercado y la cultura se entrelazan cada vez más estrechamente, y que el materialismo exacerbado y el “postureo vacuo” a que dan lugar las comodidades de la globalización sí son un peligro para la cultura en su sentido sociológico y práctico.


Del otro lado estarían los “proféticos”, que ven en la Globalización todo un proceso práctico de dialéctica cultural, que conecta, iguala (no “homogeniza”) y enriquece al mismo tiempo, a todas las culturas que participan en él, y que no es más que una representación en el plano de la cultura de la intercomunicación, innegable e imparable, que el mundo actual permite y supone.

Burke se encuentra mucho más en esta línea que en la anterior, su actitud hacia el proceso de “globalización cultural” es positiva, y yo, como él, prefiero ver posibilidades en esta (por otro lado, ineludible), mezcolanza, que concentrarme en denunciar los posibles perjuicios que para el desarrollo de la cultura pueda suponer. Como decía antes, creo además que esta mezcla no es ya una manera de dominación/explotación, ni siquiera un proceso del todo desequilibrado (aunque es verdad que globalización->mercantilización->tecnologización->”occidentalización”) pues vivimos en una sociedad al fin y al cabo posmoderna, algo harta de sí misma (del “europeismo” anterior) y realmente interesada y fascinada por las culturas diferentes en raíz y esencia, a la nuestra.


Hace no mucho leía un artículo sobre el “omnivorismo cultural”, que creo que en cierto modo tiene que ver con este tema.“Frente a la idea de diferenciación y jerarquización de los estilos de vida basada en la adquisición de capital cultural que enunciaba Bordieu, los defensores del omnivorismo cultural defienden por el contrario que los gustos legítimos de las nuevas clases dominantes se caracterizan, en la actualidad, por un amplio abanico de preferencias culturales, con gustos que se extienden desde las artes más refinadas a las manifestaciones propias de subculturas populares”


En el artículo se habla del omnivorismo cultural como una característica distintiva de las clases dominantes, (supongo que a mayores recursos, mayor capacidad de selección ), pero yo creo que esta tendencia ecléctica está cada día más presente en los gustos individuales de cada persona, al margen de su clase. Internet ha hecho que, a nivel cultural, prácticamente todos nos encontremos a disposición de prácticamente todo y que cada día sea más común la frase “yo escucho un poco de todo, no me gusta un género definido” o “me encanta el renacimiento, pero el barroco y la arquitectura modernista también; soy fan de Badgyal pero también me gusta el Blues y el HipHop noventero; el cine de autor bosnio es genial, pero también me gustan las superproducciones de Spielberg…”

Como comenté en clase, más que bueno o malo, considero que este proceso de mezcolanza cultural que estamos viviendo es natural, y por tanto inevitable (y desde luego no invertible), por lo que lo interesante sería preguntarse cómo reducir los aspectos negativos (pérdida o mercantilización de las costumbres) y cómo estimular los positivos (dialéctica reedificante, enriquecimiento simbólico) y no tanto considerar de forma abstracta si juega un buen o un mal papel en la vida histórica de la cultura pues este debate, más que una función en sí misma, sirve solo al ego de aquellos que creen estar en lo cierto, por oposición a los que se equivocan (sean apocalípticos o proféticos).


 
 
 

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