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Andate a la mierda Viktor

  • Foto del escritor: Carmen Abril Martín
    Carmen Abril Martín
  • 22 may 2020
  • 12 Min. de lectura

HUNGRIA, ESPAÑA. CRISIS DE REFUGIADOS. EL JUEGO POLITICO Y LA COYUNTURA MIGRATORIA. (silenciada o exprimida, en función del contexto de “domestic politics”)

0. Introducción

1. La crisis de refugiados y el discurso de Viktor Orban:

un clavo ardiendo y un “capo político” en apuros.

2. La crisis de refugiados en España: El silencio de Rajoy, los proclamos de Sánchez.

por qué la corrección política es buena, pero es también mentira.

Introducción

Me llamo Carmen Abril y estudié mi cuarto año de carrera en sociología (2017-2018) en Budapest con una beca Erasmus. Es poco tiempo, y es cierto que el Erasmus suele provocar una suerte de “guetización”, pero tuve la suerte (vista por muchos como una desgracia) de acabar residiendo en una de las calles más pobres, delictivas y turbulentas de Budapest: Népszínház utca . Esta calle desemboca, por cierto, en la antigua plaza “Marx and Engels”, que más tarde pasó a llamarse -ilustrativa e irónicamente- Plaza San Pablo II (Janos Pal Papa II ter). Es una calle de aceras anchas, entre las que discurre el tranvía y que cuenta con la presencia clave de dos estanco/licorería abiertos las 24 horas, culpables de la constante y decadente jarana. Supone la frontera entre la Budapest turística (de la plaza de Blaha hasta el río Danubio), hermosamente desaliñada, pero capital turística a fin de cuentas, y la Budapest diaria, con mendigos durmiendo al raso entre la nieve, barrios judíos en completo ostracismo, lugareños malhumorados y algún que otro mutilado de guerra. La vida aquí me permitió estar en contacto con la parte menos pop y “ruin cool” de la ciudad y hacerme una idea (liviana) de la realidad social de la ciudad, más allá del turismo low cost y la fiesta Erasmus.

Por ilustrarlo brevemente, todos los días de camino a la universidad debía sortear una media de 7-8 personas sin hogar durmiendo en el suelo nevado (en Hungría no hay albergues y dormir en la calle está castigado con trabajos forzados, por eso ni la tasa de paro ni la de mendicidad reflejan la situación real de paro y mendicidad). Habia locutorios al estilo de los 2000 por doquier y si entrabas en un bareto de viejos y pedias un clásico “mulled wine” te metían un vaso de tinto al microondas. Casi todas las panaderías eran evidentemente lavaderos de droga y las carnicerías hallal y los kevav se intercalaban con las procesiones de judíos ortodoxos todos disfrazados. A mí me gustaba mi barrio, me daba pena, pero me gustaba. Y jamás tuve miedo. Por una parte, porque nadie me dijo nada nunca. Por otra, porque había un coche de policía perpetuamente patrullando la calle, de arriba abajo, de arriba abajo.

Hacia la mitad del curso, un filósofo español al que le pedí que me diseñase unas prácticas curriculares, me encargó que escribiera un artículo sobre la situación política en Hungría en relación con la crisis de refugiados, que sirviese de continuación al suyo, finísimo: http://www.fronterad.com/?q=16338

Lo hice, pero, casi sin poder evitarlo, me apoyaba todo el tiempo en la comparación con el caso español a nivel histórico, discursivo, político...

Nunca llegué a publicarlo ni a darle los últimos remates porque la coordinadora de prácticas de la Universidad me dijo que el contenido no estaba lo suficientemente relacionado con la sociología (no pretendo ser mordaz, pero “en fin”.)

El caso es que tenía este artículo a medio terminar, comparando la postura política del gobierno español y del húngaro respecto al tema refugiados, cuando empezaron a oírse las primeras noticias en España que hablaban de nuevo, tras años de silencio, de “crisis de migración” y de “refugiados a la deriva”

Coincidía dicho (re)surgimiento con el recién estrenado gobierno de Sánchez y eran, para muchos, las primeras noticias que se tenían- desde el recrudecimiento de la guerra en Siria en 2015- sobre la cuestión migratoria.

Si bien “algo sonaba” respecto a la crisis de refugiados, la situación clave de Hungría en dicha crisis ha sido bastante poco tratada por la prensa española, más ocupada en cuestiones de crucial importancia política, casi siempre relacionadas con el “gallinero nacional”.

La crisis de refugiados es una crisis internacional social, política, humanitaria, institucional, económica e histórica. Pero, hasta antes de ayer, por “”rozarnos solo de pasada””, no era entendida por el MassMedia español como un asunto de urgente abordaje, menos aún el caso de Hungría, precisamente un “agente de contención” que nos permitía recostarnos a discutir sobre los asuntos más banales sin preocuparnos por los gritos de auxilio que traían los vientos del este. (Si acaso, cierta consternación condescendiente “ay, otro caso más de alt rigth europeo…”)

Quiero decir con esto que entiendo que el ciudadano medio, que es para quien escribo, no está familiarizado con la situación húngara (ni tampoco con sus antecedentes histórico políticos), asique esta introducción consta de un análisis sencillo de la misma, en lugar del complejo y superinformado análisis de Ernesto, cuyas premisas de partida nos son, de momento, tan lejanas:

Hungría, como Grecia e Italia (aunque de un modo especial, pues no implica echarse a la mar) juega un papel de “puerta a Europa” a través de la ruta de los Balcanes (lo que significa atravesar antes Macedonia y Serbia), por lo que, en los primeros años de “crisis” (2014 y 15) hubo una “sobresaturación” de refugiados en sus fronteras (en eso consiste una crisis) cuyos destinos finales eran, principalmente, Austria y Alemania.

La respuesta de Hungría a la crisis fue levantar en 2015, poco después de que estallase, una valla de 4 m x 170 km en su frontera son Serbia, prohibir penalmente el paso de la misma a los “inmigrantes ilegales” (que de pronto no se distinguían de los refugiados) y declararse “rebelde” antes la “imposición de cuotas de Bruselas”.

Su líder, electo por tercera vez en abril del 2018, Viktor Orbán, es una figura controvertida y (estudiadamente) pintoresca, que a ratos recuerda a Trump y a ratos sorprende mirando hacia Putin con candor y complacencia. Describe su propia orientación política como derecha iliberal, lo que viene a implicar, dicho burdamente: conservadurismo en lo social y moral (cierta xenofobia, cierta devoción religiosa, cierta simpatía por los valores monárquicos y nacionalistas) y “””conservadurismo”””/iliberalismo en lo económico, que en teoría implica un fuerte tejido social(exclusivo al húngaro legítimo) y cierta reticencia a participar sin reservas en el libre mercado globalizado/internacional y a dejarse orquestar por organismos supranacionales como UE o NU, o, como él mismo diría “a aceptar jugar con las cartas que le da Bruselas y bajo sus normas”.

Este matiz, esta aparentemente paradójica ambivalencia, es la que pretendía plasmar Ernesto Castro en su artículo “La derecha iliberal en Hungría”, linkeado anteriormente.

Después de dar una primera lectura al mismo, si algo queda claro es que la realidad socio política “reciente” de Hungría -como ocurre en tantos países del este europeo, (fagocitados por potencias superiores durante todo el sXX)- guarda una sustancial diferencia, y bastante más dificultad sistemática y conceptual, que la española, que, como bien sabemos, se encuentra bastante bipolarizada desde incluso antes de la guerra civil (Hoy día no es una expresión si quiera un poco anticuada eso “las dos Españas”, que empezó a acuñarse durante las guerras carlistas).

Para nosotros, de un tiempo a esta parte, los azules han sido siempre los azules y lo rojos los rojos, y aunque a veces parezca que la escena cambia y se complejiza, e incluso aunque en los últimos años esta se hubiera dividido en dos mitades respectivamente, según muchos, ésta no era una verdadera diversificación, sino más bien una suerte de reproducción al estilo bacteriano, una reproducción por partición, que no altera la esencia genética si no que solo la duplica en una más joven, en este caso, ciudadanos, y podemos (a quien se acusa, respectivamente, de ser de la profunda derecha a pesar de las apariencias, y de ser falsamente revolucionarios y marxistas y unos vendidos al sistema y la casta, a pesar de las apariencias).

Para nosotros -lamento hablar en nombre el imaginario colectivo español en general pero la propuesta es tan poco arriesgada y evidente que creo que me la puedo permitir- existe, además una dicotomía relativamente sencilla y clara entre: progresismo moral y socialismo económico, por un lado, y conservadurismo moral y liberalismo económico, por el otro. Dicotomía que nos parece natural y lógica, pero que no se cumple en el resto de sistemas, precisamente.

Quizá se trate de una sencilla tendencia a la simpleza y la economización de pensamiento que caracteriza a los españoles (lo digo en broma, pero puede uno darse cuenta al viajar por Europa de que es un “rasgo cultural” /estigma, con el que se nos relaciona automáticamente). Pero sería absurdo obviar que, además, tiene que ver con las circunstancias socio históricas de cada una.

España pasó el final del XIX y las dos grandes guerras recogida sobre si misma, “fingiendo” estar muy ocupada con sus propios asuntos, (efectivamente bipolarizados) como para intervenir, y, por suerte para ella, a suficiente distancia del meollo de la cuestión como para que esta estrategia le fuera exitosa.

(Como cuando, en un grupo de amigos, ocurre una gran bronca que amenaza con escindir el grupo y los más cobardes y tímidos no quieren posicionarse y simplemente se alejan y enfrascan en otras cosas),

Hungría, por el contrario, estuvo en el medio de dicho meollo; vivió un imperialismo ortodoxo y económicamente fructífero de la mano (o bajo la mano) de Austria, de quien intentó desasirse en el 1848, sin éxito (en parte por la cercanía de otro constante invasor: el imperio otomano), y que fue, como suelen ser los imperialismos: cultural y políticamente enriquecedor, aunque “absorbente”; socioeconoómicamente estimulante, aunque impositivo, y, a fin de cuentas, desigual a un nivel casi medieval.

Enriquecedor, aunque paternalista. Glorioso, pero sometido. Injusto.

En el 67, con el llamado compromiso austrohungaro supuestamente se reconocía por fin la igualdad de ambas naciones, pero lo cierto es que Austria siempre fue preponderante y que políticamente constituía “la cabeza pensante.

Tanto estuvo en el meollo de la IGM, que en su territorio tuvo lugar el hecho detonante: el asesinato del heredero imperial Francisco Fernando de Austria por una organización terrorista serbia, “La mano negra” (dato archimemorizado por todos en las clases de historias, más pendientes del +0,25 que de comprender la compleja tesitura prebélica) También protagonizó otro de los primeros sucesos a gran escala de la misma y del que se fue encadenando el resto, el ataque austrohúngaro a Serbia y Montenegro.

No entraremos en más detalles para no desazonar al lector recordándole lo escurridizo de la memoria (y para no perder su escurridiza atención).

Perdieron la guerra.

El fugaz intento de dictadura del proletariado que tuvo lugar en el 19 fue entendido como casi naturalmente consecuente (a causa de los estragos de la guerra y de la humillación del tratado de Trianon), aunque también rápidamente reprimido.

La regencia de Horty en las décadas siguientes fue más restauradora que reformista, y para cuando los nazis “la ocuparon” en el 44, Hungría llevaba ya años siendo prácticamente un satélite de Alemania(colaboró con el Eje contra URSS y Aliados y, como comentaba Ernesto, casi parecían estar deseando una excusa para “la purga semita” cuando los nazis llegaron).

El paso de manos nazis a manos soviéticas en el último año de la IIGM tampoco supuso exactamente un alivio o un remiendo de la situación política y social húngara, si bien no puede decirse tampoco, que el periodo histórico al que dió comienzo fuese simplemente “más de lo mismo”.

La “asimilación” de Hungría por la URSS, fue un episodio de su historia que duró mas de 40 años, lo que quiere decir; primero, que se atravesaron diferentes momentos y etapas dentro del mismo y un análisis sencillo resulta insuficiente(por lo que pido encarecidas disculpas) , y segundo, que tratar de analizar cualquier aspecto de la actualidad sociopolítica húngara sin tener en cuenta esta etapa es directamente un disparate.

Durante el episodio soviético si bien, como contaba Ernesto, la incertidumbre por la vida era mucha y la libertad individual muy poca, las oportunidad de abrirse un modesto hueco en la vida eran mas o menos abundantes y accesibles. Como potencia comunista, Hungría era una de las mas contundentes y boyantes fuerzas de la URSS (especialmente a partir de los 60 cuando las torturas disminuyeron y aumentó la industrialización) y esto contribuyó a crear un cierto orgullo nacional, que, sumado a las modestas pero existentes comodidades sociales, producía en el grueso menos ambicioso de la sociedad, un cierto conformismo y, y aquí es donde quiero llegar, un cierto letargo.

“Mientras no destaques, mientras no sobresalgas demasiado, mientras seas uno mas, un compañero, un camarada, no te faltará nada, hermano. Solo sigue esta pequeñita senda a través del espacio que el resto del rebaño deja para ti y serás feliz, tendrás de todo.” (Asi me describía entre bambalinas una profesora húngara el trasfondo ideológico del momento)

Para gente agotada por la guerra, esta no es una mala opción. Uno no reclama espacio para la expresión individual cuando anda temiendo por su vida y la de su familia. Solo estabilidad, metas pequeñas.

Sin embargo, el pueblo húngaro no se sumió en este largo de manera natural y autoinducida, si no que éste se alcanzó sólo después de un intento de rebelión, y de la posterior erradicación a cuchillo, de todo tipo disidencia política.

Y es que no es lo mismo pertenecer a una orgullosa nación comunista que ser una célula más del superorganismo soviético: Los húngaros querían su propio comunismo y la revolución del 56 es uno de los capítulos más lacerantes de su historia reciente (así como uno de los capítulos más tristes del proyecto comunista en general.)

Durante este año y los inmediatamente siguientes se abrieron heridas en la memoria histórica húngara que aun están lejos de empezar a cerrar, y los muros de plaza del Parlamento (Kossut Lajos) están adornados para siempre con piezas de la metralla que no acertó en los cuerpos de los miles de civiles allí reunidos, en protesta. Su deificado líder comunista Imre Nagy, fue ejecutado al finalizar este aciago día y las torturas a “traidores” fueron inconmensurables los años siguientes y poco tuvieron que envidiar a las nazis de años anteriores (aún puede visitarse la casa del terror, que está lejos de ser una atracción basada en la fantasía) . Las discretas comodidades y certidumbres que el sistema comunista ofrecería en lo económico no compensaban ni de lejos la represión y el terror con que amenazaron, durante determinados períodos, en lo social.

Pero esto siempre parece ser un poco así cuando se echa una visa aérea sobre el proyecto histórico comunista, y, fuera como fuese y a pesar de la interminable e infructífera confrontación de opiniones que siempre surge en torno al tema, el hecho es que finalmente, el muro de Berlín cayó, después de décadas de industrialización, intrigas y resistencia, y los húngaros tuvieron que reconocer que, de nuevo, habían sido “mangoneados”.

Así se lo indicó el nuevo “abusón” de la clase, la UE, uno que al principio parecía un tipo cabal, respetuoso y honesto, y que recientemente se ha revelado (o ha sido presentado) ante el pueblo húngaro como bastante más manipulador y perverso de lo que en principio parecía.

El comienzo fue distinto. Los nuevos tiempos sabían a frescor, libertad y prosperidad.

La transición del comunismo a la democracia (i)liberal en Hungría se ha puesto a menudo como ejemplo y solía plantearse (antes de toda esta polémica) como una de las potencias ex soviéticas que mejor se habían adaptado al sistema politico-econonómico europeo, liberal y globalizado.

Sin embargo, y siguiendo la metáfora del letargo, despertar de una siesta de 4 h y hallarse de pronto en el centro de la pista de baile de una alocada fiesta es desconcertante, y en muchos casos motivo de mal humor (sea por haberse perdido la secuencia anterior, o por no sentirse preparado óptimamente para tal empresa y por tanto en desventaja “no estoy borracho, estoy cansado. Voy en pijama!!”). Puede uno enfadarse con su madre/su compañero de piso por no haberle despertado antes, o verter su frustración en el resto de invitados a la fiesta, afortunados e indolentes. O ambas.

De hecho, y a pesar del supuestamente dulce duermevela popular de la etapa comunista , la bandera con el escudo recortado (símbolo de rechazo al régimen soviético) se ha convertido en algo que durante cierto fin de semana de abril uno no puede parar de ver por la calles, y el hecho crucial -que nos trae a la redacción de este artículo y que también podría interpretarse como irritación/enfado- es que Hungría está siendo notablemente (por no decir sobresalientemente) acogedora con la extrema derecha xenófoba y católica, y no solo de la mano de Viktor Orban.

Jobbik, la derecha aún más radical, tuvo un 19% de los votos estas últimas elecciones, 3 puntos más que en las anteriores(en cualquier caso muchísimos) y es la tercera fuerza política del país.

Este fascismfriendly , si bien no es exclusivo de Hungría -de hecho se habla de right rising europeo en todos lados- si es aquí particularmente rancio, exaltado, y, lo más distintivo, absolutamente exitoso.

El hecho curioso y más remarcable del alt rigth en Hungría no es que exista, si no que prácticamente no existe otra cosa. La izquierda es casi anecdótica si la comparamos con la unión de fuerzas entre Fidez y Jobbik (aunque Fidez ni siquiera precisa de dicha unión para gobernar), y está desactualizada (el mzsp, el partido socialista húngaro, es el sucesor directo del antiguo “partido único” soviético)

Según fuentes por desgracia anónimas que tuve la suerte de entrevistar, y que nacen precisamente, de la izquierda europarlamanetaria húngara, esta está incluso “comprada” por la derecha para mantenerse frágil, inconclusa, y “burdamente” post marxista.

En cualquier caso, es esta aparente unanimidad de la población húngara sobre la cuestión ideológica la que capta más mi interés y esta deviene de manera muy significativa, en mi opinión, de la huella que el pasado reciente de Hungría ha dejado en su población.

(El nuestro también marcó de manera profunda las orientaciones ideológicas actuales, no aunándolas, sino, por el contrario, profundizando e infectando la antigua brecha entre las dos Españas.)

 
 
 

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